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— DOT das Verdaderamente impresionado estaba nuestro Beato... Tenía la convicción de su inocencia; pero la augusta majestad del Papa, cuyo peso de pre- ocupaciones conocía, abrumábale con un temor profundo unido a una reverencia acabada... Mejor se acomodaba a su delicado temperamento pres- tarse a todas las insinuaciones sin oponer reparo alguno a la palabra del Pontífice; pero iba a defen- der una Obra que creía ser de Dios y una causa que veía fundada en la verdad y en la justicia. Tan pronto como se abordó la cuestión, puso en juego el Padre Santo el fluido que le comunica- ban las preocupaciones y presentó ante la timida mirada del Beato las cosas que se decían de la Congregación, Nuestro bienaventurado, armado de calma y de la luz de Dios que le prestaba una fuerza supefior, habló por espacio de tres cuartos de hora en de- fensa particularmente del título de la Preciosa Sangre... Sin. duda debieron hacer harto efecto en el augusto ánimo del Papa, cuando le manifestó de- seos de ver las Reglas... Gaspar se las presentó diciendo: «Si V, Santidad me manda cerrar todas las Casas del Instituto, pronto estoy a obedecerle...>» —¿Pero los misioneros obedecen?, replicó el Pontífice. —Padre Santo, añadió Gaspar, a una sola de vuestras indicaciones todos estarán a vuestros pies...

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