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RA ., 5 A a IEA poner mb O io se pondría en camino: «Ruego a Dios que bendiga mis pasos, le añadía; mañana empezaré a aplicar la Misa por este fin... Reconozco mi insuficiencia para tratar una causa de tanta monta: por eso suplico a V.L.R., a fin de que obtenga de la benignidad del Padre Santo una audiencia cómoda y sosegada.» El 26 estaba ya en Roma, y pronto se enteró de que la guerra promovida contra él provenía del De- legado de Frosinone. El 28 tuvo una entrevista con Mons. Soglia, quien le dijo que existian unas hojas donde se pretendía refutar el título de la Preciosa Sangre... Más de tal modo y con tal celo disertaba el Beato sobre dicho título, que Monseñor lloró por mucho rato al oir las maravillosas palabras que brotaban de aquellos encendidos labios. La audiencia pontificia no se le otorgó hasta mediados de Agosto. Merece párrafo muy especial tan interesante entrevista, cuyas consecuencias de- berían ser de trascendencia capital. Entró el Beato Gaspar en la Cámara Papal con aquella modestia religiosa que demandaba el acto, pero con el alma puesta muy en Dios, de cuya virtud esperaba le diese conocimiento de lo que convendría hablar... El Papa estaba preocupado, y su venerable figura cimbreábase majestuosa, pero imponente, ante aquel reo que intentaba defenderse de un cúmulo de acusaciones que se habían incrus- tado en la mente pontificia, como otras tantas prue- bas de condenación para la Congregación de Mi- sioneros de la Preciosa Sangre.

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