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Esta humilde contestación no hizo cambiar el parecer de León XII, porque desde otras partes le representaban las cosas muy de otro modo. Para mayor certeza de que era así, recordamos el caso de que el Delegado de Frasinone llamó al Beato a su despacho, y con modales altivos, le dijo, que sus compañeros nu cumplían con su deber, no pu- diendo dar por otra parte queja alguna de su con- ducta moral... Los hechos, empero, desmentían estas acusaciones, porque fuera de la carta que más arriba citamos, en la que los ladrones se ponían a mer- ced de Gaspar, dispuestos a ir a Roma con él para testificar las cosas y aclarar el nublado de la con- ducta que se observaba con ellos, había nuevas pruebas de su inocencia. Precisamente aquella carta llegaba a manos de Gaspar cuando era denunciado por no cumplir sus compromisos. Envió la carta a Cristaldi sin otro comentario que el de aconsejar sentimientos de mansedumbre para extirpar en aquellos parajes tanta exaltación... En medio de aquella calumniosa persecución, cuya causa ya he- mos insinuado oportunamente, Gaspar no dejaba de seguir su labor inspirando los medios que creía me- jores para remediar el mal. A AA AAmn era o P fo Ai E VLGTCAEA p< A = mt me. » En una de sus cartas, decía a Cristaldi: «Haga Dios de mi honra y de mi estimación lo que le plazca. Si mi abyección sirve para su mayor gloria será para mí de gran alegría el ser despreciado. Yo me gloriaré, decía el Apóstol «en mis .enferme- dades para que la virtud de Jesucristo habite en i | | ml MN Ml Ml | | ca y Poma!y A a

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