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y e mer EA o PEGA EIN O Pi rt > aii a ARA SEA EA == a A 0 — 212— do por el P. Jover como el palacio, el hogar y fuente de la Preciosa Sangre. Pero mirado el asunto des- de el punto de vista del precio de la Redención del género humano, hay particulares motivos para enal- tecer el apostolado de la Preciosa Sangre... No sin motivo se le da siempre el consolador calificativo de Preciosísima... (1). Entendemos como objeto de nuestra devoción la sangre unida hipostáticamente al Verbo, por tanto la que hay en el cáliz después de la consagración del sacerdote, pues así lo esta- bleció Jesucristo en la última Cena... De aquí que nos complacemos en considerar unidas la devoción a la Santa Eucaristía y la devoción a la Preciosa San- gre... y así como la Eucaristía es «Pan de vida» para la vida del mundo, la Sangre divina es <pre- cio de vida para rescate del mundo». San Pablo es en pensamiento del gran ascético inglés, el doctor de la Preciosa Sangre y en cierto modo fundador de esta devoción... No negamos por esto al Beato Gaspar sú gran renombre tan honroso y justificado de apóstol de la Preciosa Sangre, y tal vez al iim- pulso dado por él y por sus hijos, obedece la actual Horación de una de las más bellas facetas del senti- miento cristiano... Empero no se nos niegue tam- (1) No son objeto de esta devoción las reliquias que de la Sangre de Jesucristo quedaron en el sudario que envolvió el cuerpo de Jesús, ni las que se ven en el lienzo de la Verónica, ni las que se aprecian en las espi- nas y clavos y madero, etc., que estuviron en contacto con el sagradó cuerpo de Cristo... Enseñan los teólogos, que todas las reliquias, aunque realmente procedentes del cuerpo de Jesús, no pueden hoy llamarse sangre divina, porque no forma parte de la hipostática unión de la naturaleza hu- mána con la divina.

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