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> Lleva la vocación caracteres imborrables cuan- do se acentúa profundamente en el alma. En Gas- par señalose visible en aquel alejamiento de pueri- les entretenimientos y en aquel ejercicio prematuro de eclesiásticas funciones que trataba de imitar desde su más tierna infancia. La candidez de su pura y blanca alma asomá- base por los ojos y se reflejaba en destellos de pudor y de sinceridad en todo su rostro. Amable por temperamento con todos; compa- sivo con los pobres a quienes distinguía en amistad y querer, como si ellos solos fuesen sus verdade- ros amigos, tenía su conducta un tinte de ascetismo particular hasta con el tantico de temor al Supremo Juez que le obligaba a temblar en presencia de la menor falta, prosterrándose delante de sus padres como representantes de Dios, para pedirles perdón, entre afligido y lloroso, con los brazos en cruz. + + Cosa que parecerá extraña y que entra en la órbita de lo providencial es que su padre, tan en- tregado a cosas materiales y de psicología tan sin- gular, no perdiese de vista la educación de Gaspar, según aparece por lo que leemos en los «Proce- sos» «..de que siempre tenía los ojos sobre él.» Gaspar supo aprovecharse de tan apreciable cualidad paterna, dándose buena cuenta de las diligencias y cuidados de su progenitor en este grave asunto de la educación.

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