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= 201— pobre enferma deseaba hablarle antes de morir, y que se pusiera en camino. El generoso D. Blas con- sultó el caso con Gaspar y éste le aconsejó que no era conveniente dejar un bien espiritual por otro sensible. Así dejó de ponerse en viaje, pero antes de terminar la Misión súpose que su buena madre había muerto contentíisima y llena de consuelo por- que había visto a su hijo y le había quitado unos escrúpulos que la afligian mucho. En aquel momen- to D. Blas estaba a 80 millas de distancia y no po- día sospecharse fuese él en persona a quien su madre viera. ¿Qué había ocurrido, entonces? Indu- dablemente, una de dos: o Dios hizo el milagro de que la moribunda viera a su hijo a tan gran dis- tancia o en figura de un ángel... o Gaspar realizó alguna de sus maravillosas obras taumatúrgicas. En todo caso, la intervención del cielo era evidente, y, por eso, al referir el hecho a sus compañeros, decía D. Blas: «Yo me condenaría si no siguiese el im- pulso de mi vocación después de una prueba tan clara». Las crónicas de la Congregación constatan que fué un obrero celoso, incansable y que en la eficacia de su palabra superó al mismo Gaspar... Añaden que fué también favorecido con el don de profecía y de milagros, y que murió todavía joven en fama de santidad el 22 de Noviembre de 1847, habiendo sucedido al Fundador en la dirección de la Congregación. Aunque no todos de la talla y condiciones de D. Blas, fueron agregándose en de- rredor del Beato nuevos misioneros que le permi-
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