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Francisco Guidi de los Condes de Bagno, tuvo que entrar pronto por el camino de la tribulación, que es el camino de los elegidos. Débil de constitución, vino a molestarle una cruel oftalmia con declaración de incurabilidad, pronunciada por los más eminentes médicos. Mas lo que es imposible al hombre es muy po- sible a Dios. La fe de su admirable madre, lo puso bajo el valimiento del gran apóstol de la India San Francisco Javier, y un día que acudió a rogarle con entrañable ternura, en la iglesia de Jesús, donde se venera la reliquia de su brazo, notó maravillosa emoción, y al volverse a casa halló que el niño te- nía una mejoría milagrosa, en tanto extremo, que nunca jamás reapareció la dolencia que los médicos habían declarado sin remedio. Alma naturalmente agradecida la de Gaspar, cuando pudo darse cuenta del suceso, mostrose profundamente reconocido, permaneciendo de ro- dillas prolongadísimas horas delante del celeste bienhechor. La mutua corriente de corazones debió llenar de vivo amor el de Gaspar, pues viósele, muchas veces, estático de veneración, de suerte que su piadosa madre creíase precisada, por com- pasión, a sentarle en una silla donde el angelical Gaspar continuaba su místico recogimiento, En aquellas deliciosas horas en que se abre el alma a las altas inspiraciones, concibió la idea de tomarle por protector de su vida, como después lo nombró de su congregación. 2
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