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MO pero todavía nos complaceremos en sumar a los dichos otros nuevos para edificación de los lec- tores. Sirvanos de introducción en estos relatos lo que leemos ocurrido en la Misión de Castelfidardo, que mientras predicaba al aire libre en presencia del Obispo y del Clero y de un concurso innumera- ble, de pronto se oscureció el cielo y empezó a llo- ver... Todos trataron de cobijarse en lugar seguro, huyendo del aguacero, pero el predicador permane- ció quedo en su lugar, detuvo aún a los que ya marchaban, y volviéndose a la Virgen en ademán suplicante, en el acto se serenó el cielo y pudo continuar la función en perfecto orden. Durante la Misión de Pontecorro, un señor de distinguida categoría social, y jefe de los revolu- cionarios, no quería ni oir hablar del misionero. Cierto día paseábase Gaspar por el jardín de la casa donde se hospedaba en compañía de otro reli- gioso de la Doctrina Cristiana. Pasó por allí el suje- to en cuestión, súpolo Gaspar y le hizo entrar, va- liéndose del acompañante. Cuando el caballero se vió en presencia del mi- sionero hizo ademán de marcharse, pero el varón de Dios le cogió suavemente y con aire de amistad. Rogó al religioso que con él estaba fuese en busca de un poco de vino, sin duda como para obsequiar al sujeto que trataba de ganar... Mas al volver dicho religioso, no los encontró en el jardín. ¿Qué había pasado?... Sospecharía acaso que salieron algo dis- ¡00 A IAE 2008 A 0] ue a $ 4 e A v f A a A A. E Pre IAS A COAAAIAA NN E e gt

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