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: 4 ñ Ñ ñ : ll i ñ a qe l AR GA AM o E IA MRS ESSE A ARS A A — 118— sima Virgen, como también a la de mi amabilisimo Protector S. Fancisco Javier. Puedo asegurarle sin rebozo alguno que estas serán siempre para mí unas Misiones de especial predilección. Ternísimas han sido las procesiones de penitencia y tal la compun- ción al comparecer la imagen de la Santísima Vir- gen que nada digo con decir que fué extraordi- nara. En algunos pueblos ha sido muy particular la prodigiosa curación de enfefmos desahuciados por los medicos (1). No sé decirle cuántos sienten ya el deseo de Misiones. Nosotros somos sacerdotes para prose- guir la carrera de Jesucristo en cuanto nos sea po- sible. ¡Dichoso el que se da a las Misiones por ser el medio que Dios depara para la regeneración de los pueblos y naciones! ¡Oh Dios y Señor mío, si todos os amaran, cuántos que despilfarran el dinero en pasatiempos, podrían emplearlo en ayudar al al Sagrado Ministerio y cooperar a la reforma del mundo! Las fatigas del apostalado se me hacen ligeras como una pluma, y nunca gozo de tanta salud como en las Misiones. Siempre pido a Dios una gracia, y es la de mo- rir en el santo ministerio. ¡Oh si yo pudiera ver un día en Goa el sacro cuerpo incorrupto de mi Javier! Oremos, pues, a fin de que Jesús nos llene de su (1) En esto se vé la Misión del Beato... Los milagros y curaciones que siguen a la predicación son el refrendo divino según puede colegirse el sagrado texto.
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