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— 173— *x*x* Y llegamos al año 1819, siéndonos indispensa- ble abreviar la crónica y ceñirnos a los hechos más culminantes... La primera Misión que predica es en Pievetorina, nido de viciosos y de ladrones. Por la gran necesidad que tenía de una labor honda y re- posada, se pensó ya en 1816 en establecer allí una Casa de Misioneros. El clero y las autoridades civiles, de mancomún, patrocinaban esta idea; se lo rogaban al Beato; se le instaba para que pusiese manos a la obra; pero aun no se había instalado la Congregación. Pero, con motivo de la predicación presente, se avivó en el espíritu de nuestro héroe aquel proyecto, que muy apesar de la gran necesidad y de los mejores deseos, fué imposible realizar. Mientras llega la hora de Dios para estas funda- ciones recordemos algún suceso mas llamativo de las labores apostólicas de este año. Apuntemos aquí lo acaecido a D. Domingo Loricato, Prior de los Ermitaños del Monte Corona, quien en los «Proce- sos» habla de su conversión. Joven de 22 años, se había dado a devaneos y mundanidades, llevando muy pesadamente la llega- da de Gaspar a su pueblo. Como no pudiese evitar la llegada, trató de desautorizar la Misión, hablando mal del Misionero y de la Misión misma. No obs- tante, por un fenómeno que se repite en esta histo- ria, picado de curiosidad, acudió a oirle; más des- id Gi oc A
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