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— 166— alas de águila, y predicó también a los militares y a muchos conventos y Congregaciones, de modo que tuvo día de predicar dieciseis veces... Hagamos mención especial de la estrepitosa Mi- sión de Forlimpopoli, a donde fué el 29 de Junio... Anunciada la Misión, menudearon anónimos y ace- chanzas para estorbarla. No obstante, el Beato dió comienzo a su labor con celo y empuje... El con- curso de gente no cabía en los ámbitos del templo y tuvo que improvisarse un púlpito en la plaza pú- blica; ni bastaba el espacio de la plaza para tal ha- cinamiento de personas, y en el último sermón se encaramaban a los balcones y se subían hasta a los tejados de las casas, de donde a pesar de todo, se dejaba oir la voz del Beato. Todas las clases socia- les rivalizaban por acudir a escucharle; tal era la fama de su nombre y la poderosa virtud de su pala- bra... Aquella penetrante espada de su voz taladra- ba todos los corazones, llegaba al fondo oculto de todas las conciencias. Todos lloraban; todos se arrepentían; todos, por lo menos, confesaban con ponderaciones legítimas la fuerza y el empuje de aquel apóstol, y a gritos, muchas veces, detestaban sus culpas durante los sermones, y no pocas confe- saban públicamente sus pecados para mejor asegu- rar el perdón de Dios... En esta ocasión se regis- traron casos tan notables como el que vamos a referir: Un joven merc«der, de 23 años y de vida cra- pulosa y desordenada, «eudió a oirlo, como ocurre NRRERES: DA DA A A CI O

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