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— 163 — guiente día, presente el cadáver en la iglesia, predi- có Gaspar el sermón de la muerte con tal calor y viveza de figura, apóstrofes y frases, que no se puede decir, sino dejar a la consideración del lector la formidable impresión que haría, y las conversio- nes que habria. En Recanati, después del sermón sobre la fe, se volvió a Dios gran número de hombres descreí- dos que perduraban en la incredulidad por un orgu- llo necio y sobre todo por el ambiente de la época sobresaturada del filosofismo volteriano y rousso- niano... Dos autores que no los podía reconciliar el mismo Napoleón con sus teorías liberales a quie- nes por otra parte atribuía la perdición de Francia. En el resto del año dió todavía otras varias mi- siones y ejercicios espirituales a los Guardias No- bles y a los estudiantes de la Universidad de la Sapiencia, como así mismo, en otros Colegios, Hospicios, centros de instrucción y conventos de Roma. Esta hermosa labor realizada entre jovenes in- teligencias expuestas a las rachas tempestuosas de la incredulidad era para el Beato de un cariño pe- culiar. Aquellas mentalidades propensas a ingertarse en la rama podrida de la época revolucionaria, ne- cesitaba el apoyo y la savia de una predicación fir- me y resuelta que les afianzara en el temor de Dios y en la verdad de la fé, Por otra parte, no es de du- dar que las almas religiosas que viven cerca de la Cruz haríanse más fecundas y vigorosas con el rie- rn

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