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0 MN 147 ; A — 136— lugar evangelizado, porque ni le gustaba al bien- aventurado apóstol exponer el fruto de la misión con su demora a un decaimiento fácil, ni le agra- daban las ceremoniosas visitas de plácemes y enho- rabuenas que suelen seguir a tales acontecimien- tos. Para evitar aquello y librarse de esto procuraba salir rápidamente de dichos lugares, rogando a Dios diera incremento a lo que ellos habían planta- do y regado en tan señalados días de predicación. Como medio de perseverancia empleaba tam- bién el método de las inscripciones, haciendo pegar en las puertas de las casas los nombres de Jesús y de María, con objeto de que al entrar y salir, la impresión de aquellos dulcísimos nombres fuese un repetidor de la misión, excitándolos al fervor y al cumplimiento de sus promesas. Igualmente hacía colocar en lugares públicos hojas y rótulos que decían en letras grandes: «Ben- dito sea Dios». «Dios nos ve», o cosa semejante, para coartar la licencia, especialmente de los blas- femos de la calle. Con estos métodos reconquistaba el Beato pla- zas perdidas para la fe o causaba una. poderosa reacción en localidades caídas en el fondo de la indiferencia. No dudamos que la malicia humana, y aun la prudencia de la carne, puede poner algunos repa- ros a estos procedimientos de celo... Pero ¿a qué no pone reparos el espíritu humano, demasiadamen- te... humano? El temor pueril de las irreverencias
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