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— 133— y espera en el Tabernáculo Santo; de las gracias que tenía acumuladas para comunicar a los que iban a visitarle, y, todo enternecido, estimulaba la vene- ración, amor y respeto que merecía aquel Divino Señor, víctima y prisionero del hombre en los al- tares... En el sermón llamado del perdón, que suele ser generalmente de efecto positivo, hacía subir al pres- biterio a los sacerdotes con roquete y estola; y mientras estos besaban de rodillas los pies del Cru- cifijo, los otros misioneros besaban, alternando, los pies de los sacerdotes, repitiéndose entre tanto por todo el público las palabras: «Paz con Dios», «Paz con todos». «Viva la paz». Esta tierna ceremonia, realizada con devoción, reconcilió a muchos endu- recidos enemigos. Pero lo que notamos de típico y sorprendente en este ceremonial del perdón es que luego de terminado el sermón, las campanas repi- caban a fiesta durante una hora, y era la señal para que las familias se pidiesen perdón mutuamente. Sería cosa de no acabar las enemistades, renco- res y porfías que con este método estirpó en los pueblos... e Ni se conformaba con sólo este ceremonial que sólo actuaba en la esfera de las impresiones mo- mentáneas, para arrancar a las almas un grito de dolor. Para perpetuar el fruto allegado instituía Conferencias para el clero, Seminarios para jóve-
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