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— (130— sioneros decían con el pueblo una oración y el Director de la misión hacía la apertura, indi- cando el fin de ella y señalando las indulgencias y privilegios que se gozaban. Muy de mañana, mientras un Padre celebraba el Santo Sacrificio de la Misa, el pueblo rezaba la coronilla de la Preciosa Sangre, y acto seguido otro misionero explicaba el Catecismo sobre el Decálo- go. Inmediatamente se celebraba otra Misa y en ella se hacía una plática al Evangelio, con ejem- plos sobre la Virgen María, para que las almas co- braran hacia ella amorosa confianza. En medio de esta segunda: Misa, se rezaban los actos cristianos, y el Santo Rosario terminando el ejercicio con la bendición de la Virgen. En el resto de la mañana ocupábanse los Padres en oir confesiones y en preparar en distintas igle- sias a los niños de primera confesión y comunión. Poco antes del medio día se recogían los misione- ros en sus habitaciones, como aves que pliegan sus alas para descansar, entregados a la oración y a la preparación del ejercicio de la tarde. Durante la comida alimentaban el espíritu con la lectura de la Biblia o de otro libro espiritual, y de sobremesa conferían sencillamente sobre asuntos de la Misión. Después tomaban un breve descanso, y a la hora convenida se dirigían a la iglesia para en- tretenerse en oir confesiones. Tocada la campana oportuhamente se congregaba el pueblo para el ejercicio vespertino. Un Padre hacía la plática doc-
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