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— 129— Entendiéndolo así el experto misiónero que bio- grafiamos, tenía especial empeño en que todo resul- tase, durante el periodo misional, llamativo e impre- sionante; todo lo preparaba y ordenaba al mejor logro de sus grandes ideales. Primeramente, llegaban los misionerosa las puer- tas del lugar, pueblo o ciudad, rezando salmos y oraciones apropiadas. En punto señalado esperá- banlos el Sr. Obispo o su representante, para dar con esto más importancia a la misión. Acudían a recibirlos el clero secular y regular, las Cofradías y el elemento civil con sus autoridades al frente. Al llegar, él se arrodillaba ante el superior eclesiástico, del cual recibían el Santo Crucifijo como certifica- do y patente de que se les entregaban las almas de aquella localidad por los días de la Misión. Implo- rada la bendición del Director de ella, entonaba el Salmo <Laudate pueri Dominum», y el pueblo con- testaba: «Alabados sean por siempre los nombres de Jesús y María». En seguida, acompañados del devoto tañido de las campanas que tocaban a vue- lo, se dirigían hacía la iglesia en procesión, donde adoraban a Jesús Sacramentado, y visitada la ima- gen bendita de María Santísima, para implorar su ayuda, se entonaba el Veni Creator. Todos los mi- lis... Verum equidem est quod orationes morales suo tempore missionis vel jubilei utilissime, imo et necesario sunt; ast cum certum sit, quod presertim in civitatibus nostro tempore populus quotidie falsam doctri- nam audiat vel legat permultis prejudiciis contram veram religionem imbi- batur, intelligere velint rogamus preedicatores quod in suggestu illam fal- sam doctrinam illa prejudicia, si non directe saltem indirecte refutare de- beant. (Lib. Il. cap. 1.)

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