BCCPAM000R09-1-22000000000000

— 125— que registra su historia; aquellas adjuraciones y restituciones notabilísimas; aquella entrega de libros herejes y prohibidos para ser quemados pública - mente; aquella recogida de láminas pornográficas y armas de lucha. En sola una Misión que dió en An- cona se quemaron en la pública plaza, veinticinco canastas de grandes tomos de obras prohibidas, En Camerino, durante el sermón sobre.el Paraiso, un joven mundano arrepentido de su licenciosa vida, gritaba: «Si hay felicidad para el hombre, esa el la verdadera». Al terminar el discurso, un campesino se arrojó al confesonario, exclamando: «<¡Miseri- cordia!» Preguntado por el confesor qué era lo que tanta impresión le había causado, contestó: «Yo no he entendido nada más que: «¡paraíso!» «¡paraiso! », pero el ardor con que hablaba y el gesto y la voz, me han conmovido y penetrado tanto, que han lle- gado hasta lo íntimo de mi corazón. Causa sorpresa un éxito tan colosal en aquella predicación, que dirigiéndose al pueblo, era senci- lla y genuinamente-evangélica... ¿Pero quién podía producir tal efecto sino él? ¿Qué podía y qué pue- de convertir el mundo sino Jesucristo Crucificado, predicado como Gaspar lo hacía? ¡Oh! Aquel Jesús que en los labios de este apóstol extraordinario to- maba todas las vehemencias del amor con que su corazón le amaba, es el único que puede salvar el mundo. «Non est in aliquo alio sa!lus»; es el solo Sal- vadordelasalimas, y por consiguiente de Él sólo pue- de esperarse la regeneración de los pueblos. Por ser

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz