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— 122— ciencia divina... En nuestro Beato se notaba rea- lizado lo que decía el gran San Agustin: «Sapienter dicit homo tanto magis vel minus quanto in scrip- turis sanctis magis minusve profecit...» (1) Porque a su vez no olvidaba el consejo que para los pre- dicadores puede convertirse en precepto: «Attende lectioni, exhortationi et doctrine>». No sin razón fué llamado por los Padres la Biblia «os Dei» «lingua Dei» «vox Dei» «Cor Dei». Por eso se ha no- tado en todos los siglos que los grandes apóstoles hablaban el lenguaje bíblico, y con ese lenguaje aparecían-poderosos, dominadores de Jas multitu- des, que eran arrebatadas y conmovidas al eco de su palabra, como se conmueve el suelo volcánico a la sacudida sísmica o al empuje de una fuerza interior. Pero el que estudia para predicar el divino libro, estudia también otras ciencias «ne solum corticem attingat» a fin de llegar a la sana inteligencia de las verdades escondidas en el texto sagrado y poder nutrirse «de interiori pinguedine». Ni son bastantes las dotes naturales del orador y del após- tol para poder triunfar; porque fuera del axioma general tan conocido: «poeta nascitur, orator fit», no sin razón y motivo tratan los maestros de lo que llaman «De adjumentis nature» y sería como una especie de profanación del alto ministerio apostó- lico lanzarse a tal empeño con la necia confianza (1) De Doctr. Chr. 1. 4. e. 5.

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