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= 119— probación que acotar esta expresión suya: «Nada me gustaría tanto como morir en un púlpito predi- cando las verdades eternas. > Además de eso, el gran Siervo de Dios estaba dotado de una elocuencia extraordinaria como se deja comprender y queda atestiguado por hombres eminentes como el venerable Vicente María Stram- bi, obispo de Macerata y Tolentino, insigne por su santidad y doctrina. Siendo compañero de Gaspar en la ciudad de Camerino, y queriendo escuchar todos sus sermones, innumerables veces se le oía decir: «Dios predica por boca del Canónigo del Búfalo». El Obispo Todi, oyéndole predicar los ejerci- cios del clero, no solamente le llamó hombre extra- ordinario, sino, también: «Angel enviado por Dios...» Monseñor Angelini, Vicario de Roma, depuso; «El día de San José supe que el Canónigo del Búfalo predicaba en San Marcos. Fuímos a oirle ya empe- zado el sermón; con gran trabajo pudimos entrar. Nunca en mi vida he escuchado otro orador que predicara con tanto celo. El verle tan fervoroso me hizo la impresión de que no tendría larga vida por la fuerza de su expresión, especialmente cuando trataba las verdades eternas. Su hablar podría com- pararse a un río que en su amplio curso se va acre- centando con nuevo caudal de aguas.» Lo que en él más sobresalía y llamaba la aten- ción era aquella continuidad de conceptos e ideas

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