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— IX _— En los comienzos de la Edad Moderna la consolidación de los Estados, la sed vivisima de saber fomentada por el Renacimiento que dió lugar a un gran movimiento intelec- tual, habiendo engendrado la Reforma, que era, según dice Ribadeneira, la sintesis de todas las blastemias, de todas las doctrinas impias y diabólicas que hubiesen surgido en todos los siglos pasados, motivaron el que surgiera la Com- pañía de Jesús, con el fin, no sólo de atender a la perfec- ción de las almas de sus asociados, sino el de procura además intensamente la salvación y perfección de los pró- jimos. Significaba esto dar una actividad espiritual mayor al estado religioso y acometer la polémica religiosa en las calles y en la cátedra con argumentos y con una dialéctica nueva, cuidando de una manera especial la formación de la ¡juventud sobre bases y cimientos seguros. En las postrimerías del siglo Xvilt, el desarrollo de la grande industria, transformando la economía y el régimen del trabajo, mucho más de lo que la espada de Bonaparte hubo transtormado el orden político y militar, inspiró en el orden religioso múltiples institutos de carácter científico y técnico en consonancia con las nuevas necesidades. La obra magna del sacerdote Juan Bosco, creador de las Es- cuelas Pías de Artes y Oficios, es prodigiosamente carac- terística de la nueva faz religiosa, armonizada con la faz social contemporánea. ¿Quién se atrevería a excluir la posibilidad, aun más, la probabilidad de que la era, cuyos comienzos presenciamos en estos dias, no engendre una nueva forma de apostolado que represente la infalible y constante adaptación de la Iglesia a todos los problemas, a todas las gentes, a todas las necesidades antes desconocidas? Adoremos los designios inescrutables de Dios y reite- remos nuestra oración para que la voluntad de Él se haga en la tierra como en el cielo, Sin embargo, reconozcamos desde luego, que en tiem- pos como los presentes, cuando las naciones padecen gran-

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