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— 104— D. Cayetano Bonanni, dice este autor, había reunido primero algunos sacerdotes en Roma para ejercitarlos en el ministerio de las sagradas misio- nes con el fin de llegar a regularizar una Congrega- ción de operarios evangélicos. En vano trabajó por obtener una iglesia y una casa... Cada semana tenía una reunión a este intento y por muchos años Sus- piró por encontrarse en condiciones de procurar la santificación propia y la ajena. Al enterarse de la concesión de la iglesia y casa de San Félix de Giano, dispuso Dios que sorpren- dido de nueva tan inesperada, opusieraa las instan- cias de Gaspar mil dificultades y, acobardado, re- husara ir a Spoleto a tratar el asunto con el señor Obispo. Fuera de eso, los sacerdotes congregados en Roma con Bonanni, no obstante su celo y su amor por la naciente Congregación, cada uno por razo- nes diferentes, abandonaron su puesto al anuncio de que debían ir a Giano; de modo que en el mo- mento más crítico y culminante encontrose Gaspar sin obreros del Señor. Cosa que a ojos vistas, parece ser de Dios, para demostrar que Él es el que elige los hombres y las horas para sus planes, y que sólo a Gaspar le estaba reservado el llevar a feliz término la funda- ción de tan benéfico Instituto... Al quedarse sólo, no por eso le faltaron al bien- aventurado varón ni fuerzas de ánimo ni auxilios del cielo; ni, lo que es más providencial, la ayuda de
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