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pa, pe que la Iglesia y los eclesiásticos continuasen en su afecto y cariño hacia la Compañía y aun con más razón que antes... San Ligorio, que adoró los jui- cios de Dios en esta ocasión, profetizó «que un solo jesuita en el mundo sería bastante para que la Compañía se restableciese,..» (1) Federico 11 de Prusia, a pesar de ser impío e incrédulo, no dejó publicar la Bula de extinción mientras no encontrase maestros mejores para la juventud, y los conservó hasta su muerte. Pero la que conservó la semilla providencial fué una mujer, Catalina, Emperatriz de Rusia, obteniendo del Papa un rescripto (7 Junio 1774) para conservarlos in statu quo hasta nueva decisión, y Pío VII, aunque educado por maestros enemigos de los jesuítas, dejó admirada a la Euro- pa restableciendo la Compañía de Jesús por medio de la Bula «Sollicitudo omnium ecclesiarum» (7 Agost. 1814). Gaspar conservó siempre cariño a dicho Instituto, y acaso la misma suerte sufrida a causa del odio de los enemigos de la Iglesia, acre- centó su admiración y simpatía por. él. Que es una verdad inconcusa que la tribulación y el martirio consagran nuestra veneración y estima hacia una víctima (2). Mas fuera de eso, veía Gaspar en la tra- (1) Para que se vea con qué sumisión recibieron los hijos de San Igna- cio tan terrible golpe, recordemos que el P. Bourgois, misionero de China, después de firmar una carta con el título de jesuita, añadía en postdata: Esta es la última vez que puedo firmar así: El Breve está en camino y debe llegar pronto: «Dominus est.» «E! Señor es». (2) Los jesuítas se habían establecido ya en la Gran Bretaña (1803). En las dos Sicilias (1804), a petición del rey. Un mes después de su resta- blecimiento se instalaron en Francia. Fernando VII los llamó a España el 15 de Mayo. En Austria 1820. Portugal tardó en admitirlos hasta 1829. A

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