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E EN bras en tu boca»; y donde quiera que se presenta- ba podía repetir con el Apóstol de las “Gentes: <Veni non in sublimitate sermonis aut sapientiz annuntians vobis testimonium Christi»... He venido a anunciaros el testimonio de Jesucristo, no con elocuencia ni sabiduría humana, sino en nombre de Dios y en la ostentación de su espíritu y de su verdad... Facite fructum dignum penitentiz... Ante la voz fervorosa de Gaspar los pueblos rehacíanse en el espíritu católico y reaccionaban vivamente con inmenso aprovechamiento. Tan era así, que pronto se granjeó una estimación univer- sal, y las autoridades eclesiásticas comenzaron a poner en él los ojos para cargos importantes. El cardenal Fontana le ofreció un empleo ho- norífico en la Congregación de Asuntos Eclesiás- ticos extraordinarios, donde podía prepararse“para la carrera diplomática. Pero aun con tener y todo condiciones para ello, lo que le llamaba la atención a Gaspar no era la diplomacia, ni el esplendor y brillo de los altos puestos, y renunció, no solamen- te a esta invitación, sino aun al honor episcopal con que varias veces fué brindado, respondiendo siempre: «¡Paraiso, Paraíso!... Pido a Dios la gra- cia de morir predicando, como soldado en el campo de batalla, a fin de.recibir la palma de la victoria.» Tan verdadera era su afición a las misiones y su repugnancia a los cargos, que para asegurarse en ello pensó ingresar en la Compañía de Jesús resta- blecida ya poco hacía por Pío VII... Este gran Papa AAA mee A
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