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E más severas, negando “toda licitud práctica a las opiniones probables como perjudiciales al derecho cierto que posee el penitente a mantener su buen nombre y el Sacramento, a que no se le exponga al peligro probable de ser onerosa ni odiosa su prácti- ca... Esa misma reserva cuidadosa aconsejaba y hasta imponía a sus compañeros, no sólo en lo to- cante a materia cierta o dudosa del sigilo, sino tam- bién en todo aquello que podría retraer o ser causa de que se retrajesen de la confesión los penitentes. Entre tanto su actividad abría nuevos horizon- tes al celo. Además de las obras piadosas ya men- cionadas, instituyó la práctica de los Ejercicios espirituales para el Cuerpo de la Guardia Noble Pontificia, predicándolos él mismo en una Ocasión en la Capilla de San Luis del Colegio Romano. Estaba, pues, en la brecha arma al hombro... kk Pío VII tenía vivamente en el corazón la edu- ción de la juventud. Veamos las razones que a ello le movían. Después que la revolución privó a Pío VI de parte de sus Estados, y los Reyes de Nápoles y Cer- deña fueron también despojados de los suyos, Italia quedaba a merced del Directorio francés. La impie- dad, al ver morir a Pío VI, se gloriaba de que con él había desaparecido el último Papa, cuando con sorpresa de los hombres del Directorio subió a la Silla apostólica el benedictino Obispo de Imola con

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