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y har “e na e hario, sin atreverse a solicitar la facultad necesaria. Podía ser, igualmente, que esperase de Dios la señal de la hora en que había de inaugurar tan tre- menda potestad en bien del pueblo. Es el caso, que predicando una noche en las cercanías del Arco de los Jaboneros se le acercó un Guardia de la ciudad declarándole deseos de confesarse con él, Excusose Gaspar con varias razones, mas el hombre que no entendería de teo- logías, ni- podía atribuir aquella negativa a otra cosa que a falta de voluntad, hubo de alterarse echán- dole en cara, que, por lo visto, tenía más ganas de holgar que de molestarse en el confesonario. El bienaventurado varón soportó la injuria con pa- ciente calma, pero habiendo llegado el hecho a oidos de Mns. Frattini, Vicegerente, llamó a Gas- par para pedirle una explicación, y enterado de que carecía de facultades, le sometió a examen y le obligó a oir confesiones de allí para adelante. Obediente y reconociendo en el suceso la voluntad de Dios, aceptó Gaspar las dichas facultades y vió abierto ante sí un nuevo campo de evangelización... Creemos que es en el confesonario donde se reali- za mejor que en el púlpito la palabra de Cristo, <Faciam vos fieri piscatores hominum> (1). Cuan- do el apostol predica, echa la red en el mar de las conciencias. Cuando se sienta a confesar recoge la pesca proyectada... El que predica sin bastardos (1) Mat. 4.
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