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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 91 empresas espirituales, engañando las almas; pero es cosa tan diferentisima, que «quien hubiere :enido sula oración de quietud creo lo entenderá por los efectos, «dice la gran mística dal Carmelo... (*) Es cosa muy conocida, y si no se quiere dejar engañar un alma no ma parece será engañada, si anda con humildad y simplicidad». Según la teología de los grandes misticos, el alma que ya ha tenido verdadera visión de Dios llega casi a sentir lá presencia del demonio en' las falsas, porque, aunque comienzan con regalo y gusto, cl alma los lanza de «i por ser tan diferente de los gustos que en la verdadera visión se experimentaban... Ley de la santidad es desprenderse de todo aquello en lo cual sólo se complace uno por amor propio. Esta re- gla es de tal modo absoluta que se extiende hasta las consolaciones espirituales. Así nuestra Syr María Ann vivia bien desnuda de este apego a la consolación, aun siendo tan subida que le pedia a Dios puro padecer, y Dios la colmó de sufrimientos hasta en las visiones y é6x- tasis que tuvo. La primera vez que vieron las monjas extática a Sor María Ana fué después de la comunión, en el coro bajo. lamóvil como una estatua, parecía un ser petrificado. Aquel dia ordeaóla la Madre Abadesa, mentalmente, que dejara el estado extático, y al mandato de la obediencia, siquiera fuese impuesto interiormente, volvió' en sí... Pero se repitieron los éxtasis los días siguientes, obede- ciendo ella siempre a la voz interior de la ubadiencia. Mas un día, por una observación tal vez curiosa, quiso probar la Madre Abadesa la duración de aquel estado y dejóla hasta que ella de por sí tornase al ser normal. (1) Vida.

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