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90 LA PERLA DE LA HABANA nes las potencias superiores, absorbidas por la luz de la gracia, y el alma embebida en el objeto del amor, se ven sometidas a ese fenómeno espiritual que ahora nos toca estudiar. ¿Pensamos, acaso, que estas cosas pueden verificarse o dejarse de verificar, según su voluntad? No... Hay Santos y Santas que, estimando en más un acto de humildad que un éxtasis, hubieran deseado no experimentarlos jamás; pero lNegaba el Ínomento de la gracia, y el ímpetu del amor robaba sus sentidos y los absorbía en la luz de Dios fuera del comercio humano. Nuestra ilustre capuchinita era una de esas almas pro- fundamente humildes y humildemente grandes, que pe- día a Jesús verse libre de tuda exhibición, de toda osten- teción exterior de la virtud, pero que no podía soportar el peso y la fuerza del amor, que la hacía estar horas y horas en un estado de felicidad extática que maravillaba a sus Hermanas del convento... A la manera que Santa Teresa y la B. Alacoque, temía nuestra Sor María Ana que no entrase con tales gracias extraordinarias el pe- cado... Asustábase de ellas, y, como ya hemos visto en otro lugar, escopábase después de comulgar por evitar ser arrebatada delante do las mismas moñijas... Sólo a ubediencia cedió y se entregó totalmente a los transpor- tes y embriagueces del amor extático. Santa Teresa de Jesús, con aquella gran capacidad y don especial que Dios le dió para tratar de cosas de espí- ritu,-pudo escribir, analizar y comentar con observacio= nes metafísicas muy atinadas estos estados de ánimo: nosotros nos creemos incapaces para empeño de tanta importancia, y nos ceñiremos a historiar los hechos, con alguno que otro toque exigido por el estado de la ciencia actual. Dosde luego, puede el demonio entrometerse en estas

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