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SOR MARÍA ANA DE JESÚS Escuchó-las voces de las víctimas y reconoció por ellas a su pariente Francisco Pérez Godoy. Cuando ella contó la visión al P. Baltasar Alvarez nada se sabía del suce- so. Un mes más tarde llegó oficialmente a España. la nueva del martirio de los cuarenta jesuítas, y el famoso P. Alvarez reconoció la exactitud entre la visión y la he- catombe. De la misma suerte pudo Juana de Arco anun- ciar en Vauconleurs la derrota de los franceses cerca de Orleáns... (') No fueron ellas enfermas o neurópatas, como esos a quienes se estudia en una sala del hospital clínico... En el Santo, como en la Sierva de Dios Sor María Ana, esta penetración no pudo separarse ni de las virtu- des que la preceden, ni, sobre todo, de las que la siguen. Estas virtudes constituyen el significado de todas sus vi= siones y revelaciones. Dios obraba como agente, y su gloria y la salvación de las almas era el nobilisimo fin... Aquí encajan de lleno las palabras de S. Pablo, a saber: «Que Dios es quien, .con su gracia, obra en nosotros el querer y el ejecutar» (*). Ni hemos de omitir en este lu= gar el recuerdo de los dones del Espíritu Santo, que, se- gún el profeta, son siete... (*) Cuatro de ellos hacen po= sible al hombre el cumplimiento de su misión sobrena= tural por medio de la iluminación de la inteligencia, y son los dones de sabiduría, de ciencia, de entendimiento y de consejo. Los otros tres, que son el temor de Dios, la piedad y la fortaleza, sostienen a la voluntad en el mismo fin. Estos dones son la clave de la vida sobrena= tural. Su acción sobrenatural halló libre acceso en su (Y «Juana de Arco», por el P. Guernica, esp. 1, pág. 13. (E Filip. 11,13. 5 la, 1,33.

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