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] i a i ' ¡ ¡ y j ¡ 4 : e pos ARG 84 LA PERLA DE LA HABANA ña de toda la persona, pero que también está penetrada del espíritu divino... ¿Podría achacarse a neurosismo, v. g., en M. Olier, fundador de S. Sulpicio, cuando de lejos conocía la ten-= tación que Mlles. Vigean padecía por un momento, res- pecto a su vocación religiosa? Para abordar de frente la cuestión y orillar toda dificultad, debemos afirmar que la semejanza parcial de dos estados, por verosímil que se la suponga, no ex- eluye las diferencias del objeto, de los agentes y del fin... Cuando observamos en los Santos que sienten en sí la presencia de otra alma que les hacía experimentar su estado y sus disposiciones interiores, dándoles a en- tender el designio de Dios, que, v. g., deseaba que en- trase en participación de su espíritu y de su vida, no se trata de un simple fenómeno magnético... Durante estos fonómenos, una sonámbula, por ejemplo, adivina el esta- do de un consultante después de haberlo experimentado en sí misma... Existe alguna semejanza entre los fenó- menos de ambos órdenes, pero téngase en cuenta lo que acabamos de decir sobre la difererencia de los objetos, Agentes y del fin... Lo cual sirve para que nadie se sor- prenda cuando hablamos de las visiones y adivinaciones espirituales a gran distancia..... Nunca ocurren en los Santos por motivos frivolos y baladies... Como obra de Dios, se desarrollan on un terreno de utilidad espiritual bien claro y transcendeñte. Santa Teresa de Jesús tuvo una maravillosa visión el 26 de julio de 1570 (!). Vióse transportada al Occeano, donde presenció en espíritu la muerte o martirio de cua- renta sacerdotes o religiosos de la Compañía de Jesús. (1) Véanse los Bolandistas, números 502, 509, 510. A
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