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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 83 sometidos, sino de aquellos otros a los cuales domina el suyo». Por consiguiente, convendría compararlos, no a los hipnotizados, sino a los hipnotizadores... El sujeto hipnotizado está, como el sonámbulo natural, dotado mo- mentáneamente de una sensibilidad y de una delicadeza de reacción exquisitas... Es afectado aun a distancia, emocionado y modificado por estos efluvios indefinida- mente pequeños, del propio. modo que un reumático de Europa se ve afectado por los sintomas nacientes de un cambio de temperatura cuyos principios tienen lugar quizás en América (*). Es también indiscutible que el alma de nuestra beroí- na, cerrada al mundo y sola con su Dios, disponía para todo lo concerniente a la vida espiritual y de la concien- cia de una delicadeza negada al común de los hombres, como ocurre en todos los Santos... Hay en ellos un tras- paso de sensibilidad muy fácil de entender (*). Pero en los Santos y en nuestra ilustre biografiada esta penetran- te adivinación no se aplica a hechos insignificantes y ne- cios, como en los hipnotizados ordinarios; se aplica a lo que merece provocar su simpatía espiritual, ya se les considere como directores, como apóstoles o como de- seosos del bien de las almas, y, sobre todo, que todo en ellos está regulado en ese orden por la voluntad de Dios... Tal estado de delicadeza y sensibilidad de los ví- dentes espirituales dista mucho de poderse confundir con el cambio entre dos sistemas nerviosos (del opera- dor y del hipnotizado), de los cuales uno, al menos, está alterad> por una irritabilidad enfermiza... En los Santos es una simpatia de la caridad, que ha llegado a ser due- (1) «L' Hipnotisme et la sugestion», V. Le Correspondent del 10 de MAZO de 1881. (2) «Psicología de los Santos», pág. 81.

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