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80 LA PERLA DE LA HABANA tono zumbón: «Señor capellán, ¿me podríais decir si en el infierno seremos asados o hervidos?» : El capellán se vuelve, le mira un instante sin decir palabra y luego le contesta fríamente: «Ya lo averigua- réis vos mismo, capitán», y cerró la puerta. El oficial se marchó y no se le vió ya más; después de algún tiempo, habiéndose convertido a Dios, declaró que debía su conversión a aquella respuesta inesperada y al pensamiento del infierno. En efecto, la contestación del avisado capellán era contundente, era el mejor argumento para convencer al incrédulo... Las visiones del infierno afianzan en los Santos un in- menso cúmulo de sacrificios y provocan un río de mise- ricordias en favor de los pecadores. Veamos ahora otro género de visiones, cuya exacti- tud histórica ha sido comprobada sin dificultad alguna: El día 17 de febrero de 1901 encomendábale su Direc- tor la suerte de una persona a quien la víspera había confesado y asistido en la última hora. La dichosa mon- ja contestó: «No sé si será, Padre, esta que en la sagra- da comunión de esta mañana me pidió que la sacara del Purgatorio, donde estaba, a su parecer, hacía tanto; y yo entendí ser, Padre, de un sacerdote de la Congregación (%) de usted. Los ángeles me dijeron que aun no estaba sepultado su cuerpo». Yo dí gracias a Dios interiormen- te, dice el Director, porque efectivamente era ésta el al- ma que yo intenté recomendarla y era todo así según me lo decía, sin previa noticia humana (?). Caso estupendo y singular es el que leemos en la rela- (1) El Director no era religioso, pero pertenecía a una de las modernas congregaciones de celo y apostolado seglar. (') Anotaciones.
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