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LA PERLA DE LA HABANA a comunicárselo a la Abadesa :«¡A y, Madre, exclamaba, qué tormentos está padeciendo nuestra querida Herma- na! La lengua, sobre todo, le ardía en vivísimo fuego...» En fin, acabó de referirle la visión, para moverla a com- pasión,.. Empezaron ambas religiosas una novena de dis- ciplinas... El día de San José, después de comulgar, vió de nuevo a Sor María Marta, pero ya gloriosa y dándole rendidas gracias por la caridad; estrechóla fuertemente y le dijo que era la voluntad de Dios concluyesen la no- vena..... El señor Director consultó el caso con el Prela- do, y éste acordó no continuar las disciplinas; pero Sor María Ana quedó muda por tres días para satisfacer en reemplazo de las disciplinas... No se extrañen nuestros lectores de la aparición de las almas del Purgatorio, cosa tan corriente en la vida de los Santos... Permítelo el amor de Dios para con aque- llas almas esposas suyas y para excitar la tierna compa- sión de los justos en favor de ellas... Llenas de estas apa- riciones están las vidas de Santa Catalina de Bolonia y de otros Santos cuya devoción al Purgatorio es tradicio— nal en la Iglesia... Nuestra admirable Sor María Ana sentía esta intensa compasión y de mil modos maravi- llosos trataba de expiar las faltas de aquellas benditas almas. Hablando de las penas de aquella cárcel de amor y de esperanza, decía la Sierva de Cristo a su Director: «Pa- dre, yo no sé cómo pueden sufrirlo esas pobrecitas almas que ya conocen a Dios y se ven privadas de El... Yo me ofrecería a todo por ellas si la obediencia me lo permi- tiese...» Es, sin duda alguna, una de las devociones más tiernas y provechosas... El Corazón de Jesús habrá de recompensar con nuevas misericordias la compasión que se usa con aquellas benditas esposas suyas..... La gloria

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