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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 75 también firma su testimonio—tentada del enemizo, con terribles tentaciones contra Sor María Ana; estando en su presencia, y sin que hubiese mediado palabra del asunto, dijole la Sierva de Dios: «Hermana, cuando vayu a hacer eso que está pensando, viene y me pide licen- cia». Al oir Sor María Perseverancia estas palabras en que se declaraba su tentación, se echó a llorar y, viéndo- se descubierta, pidióle humildemente perdón... Caso prodigioso y bien señalado, que merece mucha meditación, es el de Sor Felisa, religiosa de la misma Comunidad. Desde jovencita fué tentadisima de vanaglo- ria, y se hacía visionaria ya antes de entrar en el conven- to. Una vez dentro, tomó la tentación caracteres alar- mantes, que supo la monja disimular hábilmente..... Cuando Sor María Ana empezó el cerco diabólico, la infeliz Sor María Felisa se dejó contagiar, y, por pasar plaza de espiritual, imitaba lo que veía en la Sierva de Dios. Como siempre la habían tenido las religiosas en concepto de espiritual, no se imaginaban fingimiento. Pero al fin apiadóse Dios de ella, y Sor María Ana ma- nifestó al Director su pena porque veía la perdición de Sor María Felisa... No fué pequeña la sorpresa del Di- rector..., pero la cosa quedó así... Mas un día, después de comulgar, quedóse extática Sor María Ana y lloraba amargamente la situación de la infeliz Hermana. Con la caridad que ella tenía y el celo por la conver= sión de las almas hablaba con nuestro Señor con intenso fervor. Permitió el Altísimo que la Madre Abadesa oye- se lo que Sor María Ana suplicaba en su éxtasis en aque- illa visión acerca de la perdición de Sor María Felisa... Asustada, la Rvda. Madre preguntó luego a la Sierva de Dios si estaba segura de la visión..... A la voz de la obediencia, contestó Sor María Ana que no tenía duda

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