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66 LA PERLA DE LA HABANA suavísimas que tenían lugar en el convento de capuchi- nas entre Jesús y Sor María Ana! Jesús gusta de andar entre lirios del valle y azucenas del campo, y estas al- mas castas, puras y humildes lo eran de verdad y por eso tenía el divino Niño sus complacencias con ellas. En el decurso de este bosquejo hemos tenido ocasión de de- clarar varias veces la tierna amistad que existía entre el divino Infante y su Sierva. Unas veces se escapaba de manos de religiosas, como le ocurrió a la Madre Pilar, para irse a los brazos de Sor María Ana. Otras veces salía de la urna con el mismo objeto..... Estaban cierto día Sor María Ana y Sor María Rosa componiendo un cuadro, teniendo como a tres varas de distancia el santí- simo Niño de un San José que se veneraba en la iglesia y lo habían metido en el convento para vestirlo. Notó la dicha monja Sor María Rosa que de repente desapareció el Niño..... Había ido a esconderse debajo del manto de Sor María Ana, la cual se fatigaba en vano por disimu- larlo; al cabo, instada por su compañera, se lo mostró... Otro día estaba Sor Maria Pilar ocupada en meter-en su lugar un Niño titulado Lagrimitas; por su tamaño y forma es un poco dificil dicha operación en aquel lugar. Acabada la faena y puesto encima de la mesa el Santí- simo Niño, a media vuelta que dió la dicha Madre, des- apareció también Jesús. Detrás de la Madre, a unos metros de distancia, se hallaba Sor María Ana riéndose muy a gusto y acariciando la cabecita del Niño que te- nía de pie delante de si... Supuesta esta tierna y familiar comunicación con el Santísimo Niño, no causará admi- ración este otro caso que relata Sor María Paz, religio= giosa contemporánea del mismo convento. Estaba Sor María Ana vistiendo al Santísimo Niño de la Pureza: pareció a la favorecida Sierva de Dios que el Niño tenía: 33 == A
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