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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 63 hecho» (*). El digno director hace notar aquí que en es- tas manifestaciones, que sólo .por atender a la voluntad divina realiza, se la notaba lo muchisimo que sufría y que sólo por obedecer deponia sencillamente la verdad. «¡Ay, Padre, exclama la humilde religiosa, cuánto me cuesta! Sabe Dios nuestro Señor que sólo por obadecer lo hago.» Todavía debemos apuntar otra nueva comunicación, entre mil, y es la que tuvo lugar el dia 23 de mayo de 1900, vigilia o víspera de la Ascensión del Señor. Lo re- fiere el Sr. Barco al principio de sus anotaciones y lo ve- mos confirmado en la página 47 del manuscrito de Pla- sencia... La impresión de las llagas no era pública y ostensible; sólo algunos días se la exteriorizaron, de lo: cual dan testimonio auténtico y jurado las personas que tuvieron la dicha de vérselas, v. g.: la Madre Abadesa del convento, Sor María Pilar, Sor María Dolores y Sor María Rosa. Declaran las dichas religiosas que se las han visto tan claro y tan bien que pueden describir su aspec- to físico... Por encima de la llaga parecía que tenía una telilla más fina que papel de seda en las manos y en los pies. La llaga del costado admitía más difícil comproba= ción, pero se le notaba por la sangre que echaba... Dice la crónica del convento que un día, que debía ser más abundante que otros la fluxión de la llaga del costado, recogió ella misma la sangre y fué a depositarla en el jardín, junto al tronco de un naranjo, y que allí mismo brotó una palma, la cual palma, poderosa prueba de la virtud de la Sierva de Dios, la arrancaron los enemigos y la arrojaron a la cisterna que tienen las monjas..... Muchas veces, requerida por la obediencia, entregaba a (1) Anotaciones, pág. 37.

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