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LA PERLA DE LA HABANA declaró la Sierva de Dios que el Sagrado Corazón de Je- sús se le había quejado mucho de la multitud de sacerdo- tes que consagran y le reciben sacrilegamente en la santa misa, y le pedía por ello reparación. Otro día mostróse- le muy apenado, queriendo descargar su justicia sobre ciertas almas que le ofendían muchísimo, sobre todo re- ligiosas, religiosos y sacerdotes... Ella se ofreció por to- dos como víctima... Como aceptación de este ofrecimien- to, Cristo, abriendo su amantísimo pecho, le presentó y ofreció a su vez una muy grande y pesadísima cruz que el mismo Jesús le impuso sobre sus hombros, exhortán- dole a que se introdujera entre sus divinos brazos para apoyarse. Introdújola luego en su divino pecho y sagra— do Corazón, que parecía ser uno mismo con el de ella. Arrojábanse uno a otro como flechas y saetas encendi- das de caridad y comunicábanse los recuerdos de la ex- piación. ¿Quién no recuerda al leer este pasaje a la sagrada Virgen de Paray Le Monia!? ¿Quién no se remonta tres siglos para asistira las escenas de aquella morada ele- gida por el Corazón de Jesús para sus amantes revela- ciones? Pero aun hay más: En la Dominica de Septuagésima del año 1901 se le mostró en la comunión el Sagrado Corazón, en la imagen de su sagrada Pasión, muy herido y ofendido, diciéndola que ya sabía había sido elegida como víctima y reparadora de su divino Cora- Zón, y que, por tanto, le desagraviase. Hácelo ella dig- nisimamente, y se le muestra después tan sumamente agradecido que la regala con el glorioso nombre de Es- posa, diciéndole, como a Santa Teresa de Jesús: «que si no hubiera creado el mundo, .por ella sólo lo hubiera

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