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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 59 pedir a Jesús, si así fuera del agrado de su Divino Cora= zón, el que padeciera interiormente los tormentos de todos los condenados o que se hubieren de condenar, para que ninguno lo fuere.» Después de este favor, sin- tióse tentada de no decir nada al Director, y así se lo declaró en la cuenta del 20 de diciembre. Después de esta regalada transfixión, decía ella que «su mayor cruz sería el carecer de la santa Cruz». Jesús mismo se dignó tomar posesión del corazón de Sor María Ana y un día le inscribió en él estas palabras: «Jesús todo de María Ana y María Ana toda de Jesús». Parecióle que S. José la recibía y sostenía en sus brazos mientras la inscripción... y que allí estaba S. Juan de la Cruz y la seráfica Madre Teresa con la Beata Alacoque y otras personas virtuosas... Como la seráfica Doctora, al mandato del confesor es- cupía ella el rostro de Jesús hasta que el director la or- denó que cesase en eso... (*) Encontramos igualmente un gran parecido entre la Sierva de Dios y Santa Catalina de Sena, la cual tuvo la dicha de merecer el cambio de corazones. Ocurrió esto en ella varias veces, pero singularmente el 1 de marzo de 1901, también día de viernes... Esta vez Jesús la ha- bía comunicado el favor que la iba a conceder y fué de la siguiente manera: Dios nuestro Señor, apareciéndo= sele en la forma del Sagrado Corazón de Jesús, tomóle su corazón, diciéndole estss palabras: «Dame tu cora- zón, pues en él quiero vivir como en el Sagrario; en él tendré mi posesión». Sostuviéronla dos serafines en el acto en que el Sagrado Corazón, acompañado de la San- tísima Virgen, verificaba el cambio de corazones. Allí (1) Anotaciones, pág. 54.

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