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58 LA PERLA DE LA HABANA Ana. Sin embargo, creemos prudente demorar su publi- «ación para ocasión más propicia. Con estos datos por delante se deja calcular la vida ex- traordinaria de la Sierva de Dios, y nadie podrá extra- ñarse de las gracias tan singulares de que fué objeto. Para nosotros, su conducta y su historia, desde la más tierna edad, desde niña, es una garantía que apoya la verdad de los datos citados, y éstos, a la vez, autorizan la verdad histórica sobre las comunicaciones divinas que tuvo la ilustre capuchinita... No fueron, empero, estas divinas comunicaciones como las atribuídas a las santas escritoras, por ejemplo, la extática Emerich y la teológi- ca M. Agreda... Fueron gracias personales, sin fin pú- blico, excepto en algunos casos en que se interponía el interés de algunas almas particulares. Nos será imposi- ble anotar todas, y nos contentaremos con determinar algunas que dan a Sor María Ana una gran semejanza con otras ilustres Santas ya canonizadas o elevadas al honor de los altares. Nos complace asemejarla primero a Santa Teresa de Jesús. H El primer viernes de diciembre de 1900 recibió la transverberación. Oigamos al Sr. Penitenciario: «Día 6 dbre. 1900, 1.er viernes. Mandé al enemigo, según me indicó la Madre, que se retirara en nombre de Sor Ma- ría Ana y así sucedió, recobrando, después de una espe- «cie de letargo, su exterior conocimiento. Me dijo que aquel día parecíala que el Divino Corazón de Jesús en la Sagrada Comunión le había traspasado o herido el corazón por sí mismo con un dardo y que des- de entonces son muchísimas más las ansias que siente por la salvación de las almas... que se veía impulsada a

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