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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 57 ta Teresa, se distinguen de las demás por los grandes bienes espirituales de que dejan enriquecida el alma» (*). Añádase a esta regla esta otra, no menos sencilla y cla- ra: «Todo deseo que viene de Dios está acompañado de luz, de discreción y de sabiduría». Con esto-y con lo que en otra parte escribió de que al alma verdaderamente humilde no puede causarle ningún daño la visión, aun- que provenga del espíritu de las tinieblas, tenemos el “camino expedito para entrar francamente en el asunto de este capitulo... Con dificultad se encontrará alma que haya sido tan favorecida de Dios. Toda su vida parece un tejido de co- municaciones extraordinarias. Diriase que nuestro Señor quería hacer en ella ostentación de su riqueza y poder, como en los mayores Santos. Al enumerarlas y contarlas en esta historia, nos ceñi- remos a los escritos auténticos que tenemos a la mano, tanto de las religiosas de su Comunidad como de su di- rector, el Sr. Penitenciario de Plasencia, cuya relación de Cuentas de conciencia es muy curiosa y edificante... Este escrito lo citamos siempre con el título de Anota- ciones..., y otro del mismo señor con el de Fechas nota- bilisimas. : En estas fechas notabilisimas tenemos algunos da- tos, bien notables por cierto; nosotros garantizamos la autenticidad del escrito que tenemos delante de la vista al trazar estas líneas, pero dejamos al ilustrado autor la responsabilidad de sus aserciones, que suponemos las habrá comprobado en conciencia durante el periodo que tuvo a su cargo la dirección de Sor María Ana. Se refie- ren a los primeros momentos de la vida de Sor María (*) Véanse sus obras, (edic. Lecofpe, tom. III, 4, 100, 108).
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