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nd hi Ñ 1 il 1 . 4 A ; He. y b 4 mm A Me 1 hi ! AA PA PA 50 LA PERLA DE LA HABANA Las gracias que de Dios recibía ella, y de que luego hablaremos, hacían en su corazón lo que describe San Bernardo con estas palabras: «Este es el efecto de la gracia divina en los corazones si no se desalienta la humildad y la generosidad no se hace presuntuosa..... Cuanto más elevados son-los dones que actúan en ellos, mayor es la delicadeza, el temor y la gratitud con que obran con relación al Autor de todo bien. Y cuanto menor es la confianza que tienen en las cosas más pe- queñas, con más firmeza creen que la omnipotencia de Dios les hará posibles las cosas más grandes» (*). A pesar de su admirable humildad, no incurría en el error de rechazar los dones del cielo como impedimento a su ejercicio. Suplicaba, sí, a Jesús que, si era su vo- luntad, la desposeyese de aquellas gracias tan singulares; procuraba de su parte ocultarlas dentro de su corazón y trataba de apartar de los ojos de las demás lo que Dios ponía delante de los suyos; pero seguramente había lo- grado aquel linaje de humildad que hacía a Sta, Gertru- dis «hallarse dispuesta a recibir todos los dones de Dios: y a comunicarlos a los demás, creyendo que estos dones- no tanto eran concedidos a ella como a los que debían llegar por su mediación» (?). Sin embargo, ya lo hemos dicho; jamás quiso mostrar sus dones, sino cuando lo reclamaba la voluntad de Dios y aun entonces relusaba recoger el honor de ellos para su propia persona ya que sólo se proponía promover el honor de Dios y ejercitar la obediencia humilde... Atenta a lo del Sacramentum regis abscondere bonum est, le (1) Bernard., Dom, infra Oct. Assumpt. B. M. Vi () «Legatus divinz pietatis.»

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