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SOR MARÍA ANA DE JESÚS a7 por su misma mano a sus amigas, cuand la vemos ocu- pada en cubrir de besos a los pequeñuelos? Creemos que en todo esto se revela un fondo santo de humildad y de sinceridad... Nada más sugestivo que el suceso siguien- te: Llamada a convertir a un condenado a muerte, de veinte años, quiso antes de asistir a su ejecución conso- larlo por mucho tiempo en la cárcel, ofreciéndole du- rante toda una noche su pecho al desgraciado para que reposara en él su cabeza (*). La caridad se hermana aqui con la humildad, y para practicar ambas cosas y ser santa, no tuvo que violentar y contrariar la santa este delicado sentimiento de su hermosa y tierna naturaleza. Otra alma pietista, no tan perfecta, vería en este rasgo un acto vituperable, pero ni Dios ni Santa Catalina tuvieron que reparar nada en ello... Los actos de la mayor ternura natural pueden re- vestirse con un mérito de humildad legitima... La ver= dadera humildad no esquiva lo natural... nies necesario ahogar los nobles sentimientos del corazón para ser san- to... Ya hemos dicho cien veces que la gracia se acomo- da a la naturaleza y la perfección... Por eso, hasta en el amor y en la humildad hay Santos tan diferentes según eran sus temperamentos... La actuación del espíritu so- bre la naturaleza no destruye a ésta. mn Nuestra Sor María Ana practicaba esa humildad que podemos llamar armónica. No tenía que salir fuera de si para manifestarse humilde... Las humildades que re- elaman el que la naturaleza se contorsione, acusan una falsedad evidente... Por eso hay humildades bobas y (1) Psicología de los Santos, p. 66.
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