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A E ma, y AAA A AR IR A Ml : " ” di ' H A ! 44 LA PERLA DE LA HABANA «Alabado sea nuestro Señor», que hay costumbre de decir al encontrarse dos Hermanas. Nuestra humilde monjita no se dió por ofendida ni reparó en el desprecio; notólo la Madre Maestra, mas no quiso reprenderla entonces. Cuando la novicia volvió al noviciado, queriendo saludar a una imagen de nuestra Señora, observó con espanto que la venerable imagen le volvía la espalda, girando so- bre el pedestal... Compréndase el apuro de la pobre no- vicia; salió llorando en busca de la Madre Maestra... Sor María Ana ya lo sabía y estaba contristada... Declaró a la Madre Maestra que no era la voluntad de Dios que la novicia tornase al noviciado, por lo que tuvieron que dejarla en otro lugar hasta que salió del convento... Quedaba por resolver el asunto de la imagen; sabían las religiosas que con ir Sor María Ana a saludarla vol- vería a su primer estado; pero ella, huyendo siempre la notoriedad de sus prodigios, suplicó a la Madre Abadesa que fuese delante para que volviese la imagen... Que- dóse Sor María Ana en la escalera hasta que fué avi- sada de que, en efecto, había tomado la Virgen su pri- mera actitud... Nota aquí el manuscrito de Plasencia que con frecuencia ocurría volverse las imágenes hacia Sor María Ana y que siempre que podía evitar que lo viesen lo evitaba. No sería la primera vez que las imágenes hacen tales demostraciones en favor de sus devotos; nuestros lectores podrán lecr casos parecidos en la historia de la Orden franciscana... La benevolencia de Dios y de la Virgen es inagotable y nunca se cansa en demostrarse así con sus verdaderos servidores. Hoy nos hemos hecho algo más incrédulos de tales cosas, pero eso sólo prucba nuestra defección en el terreno de la sencillez espiritual... La verdad histórica no depende de nuestros juicios.

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