BCCPAM000R09-1-21000000000000

SOR MARÍA ANA DE JESÚS 43 Demos siquiera algunas muestras, acotándolas del ma- nuscrito tantas veces citado... Cuando comenzó a tener éxtasis y quedaba tantas horas arrobada enseguida de comulgar, se la veía salir del coro bajo como escapada, sin arrodillarse, porque si se arrodillaba ya se” quedaba extática, y por eso dábase prisa para subir la escalera del coro alto con un rostro graciosísimo que parecía un serafín; escapaba como huyendo de nuestro Señor, Te- “mía la efusión de su alma que la dejaba tan fuera de sí delante de las demás Hermanas, y buscaba retiro, sole- dad, ocultarse a todas las miradas para darse a placer a las efusiones del Amor de los amores. Cuando entraba al confesonario, era tanta la humilde contrición con que se presentaba en aquel santo tri- bunal, que las lágrimas dejaban mojado el suelo. Pero, al mismo tiempo, dice la crónica, «sentíase una fragan- cia tan exquisita que parecia había vertido allí una botella de finísima esencia». Era el nardo oloroso de su humil- dad que así se dejaba percibir: Ibase a confesar como la mayor pecadora del mundo, y por tal se tenía (). Cuéntase también un caso bien raro en que se echa de ver el espíritu de humildad de nuestra santa Sor María Ana. En el año 1903 había entrado en el noviciado una joven que tomóel nombre de Sor María Gabriela. Ten- tóla cl demonio de vanidad y envidia por lo que ocurría con Sor María Ana. Es mala consejera la envidia, y pone motas en el espejo más terso. Encontróse un día con Sor María Ana en la escalera del noviciado, y, por no verla, volvió el rostro de desprecio sin decir siquiera el (2) ¡La mayor pecadora del mundo! Nuevo reflejo de su espíritu modelado en el del Seráfico Patriarca que repetía muchas veces ser muy pecador, y lo pone hasta en su testamento... sin embargo, su confesor Fr. León, declaraba no haber empañado el alma nunca jamás con un pecado mortal.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz