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us "4 A A e e en A A ap it A ao A , ES MES A PP... a 34 LA PERLA DE LA HABANA por el interior de las que se sentían algo turbadas, Una religiosa dice a este propósito: «Un día nos descubrió los interiores a Sor María Asunción y a mí. Nos llamó a las dos y nos dijo que nos diéramos un abrazo muy apreta— do y que no se nos quedara nada por allá dentro... Ni la una ni la otra habíamos exteriorizado a ella nada del asunto, pero estábamos las dos con el mismo pensamien- to de decírselo, sin atrevernos a ello, hasta que ella mis- ma nos buscó y nos hizo ponernos en paz...» La caridad, sobre todo con respecto a los sacerdotes, era grandísima. Venerábalos con fe ardiente comoa mi- nistros de Jesucristo. Al nombrarlos hacía una inclina= ción de cabeza, recordando tal vez aquella veneración que el seráfico Padre tenía para con ellos, que solía de- cir saludaría primero al sacerdote que al ángel mismo, si ambos a la vez se le presentasen. No permitía Sor María Ana que en su presencia se les criticara en lo más minimo ni se hablara de ellos con falta de caridad o res- peto. Cuando nombraba al señor Obispo, que también quiso probarla, acaso con exceso, jamás dejaba de hacer una profunda inclinación, como si se nombrase al mismo Dios. Creemos que esta muestra, que parecerá extrema- da, obedecía a su caridad admirable, que tanto más bri- llaba cuanto más combatida era.
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