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SOR MARÍA ANA DE Jl de Francisco, caridad que no abandonará nunca y co- municará a su Orden... Y digámoslo inmediatamente; su ejemplo se extenderá fuera de los muros del claustro, de las fronteras de Hungria, Hegará a todas partes como delicadísimo perfume, y reanimará el fervor de los que viven en " mundo. Una legión de almas heroicas se- guirán sus e. las y se verá a Luis IX de Francia, a En- rique Hi de Inglaterra, a Santa Isabel de Hungria, a Angela de E: po a Maria Oguies, a Catalina de Sena, a ejemplo e imitación del Santo, tener por honra inesti- mable el dedicarse a curar a los pobres enfermos (1). Es la lepra tan asquerosa enfermedad, que provoca en todo el cuerpo fístulas arracimadas, escamosas y san- zrientas. El pliego de que hemos tomado el la infeliz leprosa besada por Angelita esta aso dice que ba Vena de moscas, haciendo más repugnante su aspecto, Pero, indudablemente, nuestra Ángelita veria, a través de aquellas asquerosidades, el papal simbólico que la le- pra representaba en el antiguo Testamento. ¿No había hablado isajas del Mesias como de un leproso herido por Dios y humillado? La Iglesia, que es Madre cariñosa, estable ió una liturgia especial y ternisi para los le- yzaba por ellos, y las ceremonias de aquellas oraciones tienen algo de la tris a de una consagración re repulsión que causaban sus 250 cierta pia a de la muerte y de giosa. Aquella misma sas llagas inspiraba hen sa veneración y h la que se les llamase : de Dioses y apobrecitos de Dios». pe No dice la crónica lo que la caritativa y heroica ÁAn- gelita sintió al realizar acto tan imponente, pero es se- guro que después volvería a dar gracias a Dios por ha- (*) Vida de $. Francisco, Cherance, cap. HI. (2) Cherance, loc. cit,

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