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26 LA PERLA DE LA HABANA por medio de ella únense unas a otras todas las virtudes sobrenaturales, y por eso amábala tanto, que hubiera soportado todo suplicio por no faltar un ápice a la fideli- dad del amor al prójimo. Del inmenso foco del amor divino, emanaba en su alma a raudales la caridad... Era como una necesidad de su corazón dar pruebas de cariño y de amor... Le faltaba el aire el día que no podía practicar una obra de caridad... Ya de niña llevó a cabo una de esas obras extra- ordinarias en que se ve el vivo fuego de amor que le abrasaba por el prójimo... A la temprana edad de nueve años, un día que fué a la ¡iglesia con su muchacha, mientras ésta comulgaba, se salió Angelita precipitadamente. Cualquiera que la hu- biese notado podría juzgar alguna picardía de niña... ¿Qué había ocurrido? Al entrar en el templo vió ella a la puerta una pobre leprosa, muy asquerosa y repugnante... Era Angelita de complexión muy delicada, pero ocurriósela hacer un acto heroico de amor de Dios y del prójimo, y, escapándose de la iglesia cuando la muchacha no la podía ver ni vi- gilar, se llegó a la leprosa y, besándola tiernamente en la frente, la abrazó con amor y cariño, pidiendo a Dios al mismo tiempo que la hiciera toda suya (*). Aun des- pués de religiosa se acusaba de la falta que podía haber habido en salirse del templo de aquella manera, pero bien se ve que sola su pureza de conciencia y su humil- dad podían notar algo censurable en aquel acto... Volvemos a recoger aquí otra nota seráfica tan original y llamativa en el seráfico Padre... el amor alos lepro- sos... Esa caridad fué la señal que anunció la conversión (1) Manuscrito del Sr. Penitenciario; en él se consigna que la le- prosa fué curada.
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