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310 LA PERLA DE LA HABANA a lo que nuestra querida hermana Candelaria determina- se, y gracias a esto pudimos lograr nuestra entrada en el convento, siendo las tres menores de edad cuando reali- zamos nuestros más ardientes deseos. ' De lo que nos acordamos de la repartición de los '*De- tentes” del Sagrado Corazón de Jesús a las tropas espa- ' ñolas; trataremos de decirle algo: nuestra querida her- mana Candelaria, reunida con nosotras tres y hasta las sirvientas de la casa, hicimos innumerables ”Detentes”, pues pasaron de miles los que repartieron Angelita y | Ana María, acompañadas del Sr. Juan González Llo- rente, esposo de nuestra hermana Leoncia, que hoy es viuda. Era grande el entusiasmo que se veía en Angeli- ta cada vez que íbamos a repartir los '*Detentes” a las tropas, alojadas en los diferentes cuarteles de Casa Blan- | ca, Cabaña y Castillo del Príncipe. Los capitanes nos recibían muy bien, haciendo que los soldados se pusie- ' sen en filas, acompañándonos a cada una un capitán mientras repartiamos los ''Detentes”*; después de la re- partición todos gritaban entusiasmados, repitiendo con Angelita: «¡Viva el Corazón de Jesús!p; y ellos mismos añadían: «¡Vivan estas encantadoras niñas españolas!» Nuestra hermana Candelaria nos mandó hacer unos ves- | tidos especiales punzó (de color amapola) con encajes y lazos cremas, más bien tirando a amarillo, con sombre- ros de pelucha punzó; nuestra hermana creyó bien el vestirnos así para alegrar los corazones de los pobre- citos soldados españoles, y así disponerlos a que recibie- sen bien los ” Detentes'* del Corazón de Jesús. ¡Cuánto sentimos no haber guardado los articulos que ' se publicaron en varios periódicos de esta ciudad con mo- tivo de la repartición de los "Detentes”! Buen Padre, hace algunos años le enviamos al P. Ju- A PP e N ASA A A A ni ¿e ii ie ÚÚ | 1 p A =-

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