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a — ES CI e ARIAS ción, etc., sólo con su trato. De esto mucho podía decir 302 LA PERLA DE LA HABANA novicia me contestaba que por cientos, algunos días dos- cientos y trescientos actos de mortificación interior y de comuniones espirituales trescientas y cuatrocientas, has- ta llegar a una íntima unión con Dios tan extraordina= ria, que yo misma estaba tan admirada que no lo puedo explicar, pues por ninguna cosa se distraía; se la veía siempre tan absorta, recogida y mortificada, que sólo de verla nos estimulaba y llevaba fuertemente a Dios nues- tro Señor; siendo así que, a pesar de tanto recogimiento, estaba tan pronta en la obediencia, en el trabajo, en la puntualidad de todos los actos de Comunidad y en el ser- vicio de todas sus Hermanas, que parece no tenía otra cosa que atender. Nunca le vi faltas e imperfecciones en el noviciado, como sucede con las demás novicias, y de esto es de lo que mucho me admiraba, porque la he probado y mor- tificado muchísimo, parte porque la obediencia me lo mandaba y parte porque era yo muy incrédula de todas estas cosas; siempre la he visto cuanto más la reprendía y mortificaba, ella siempre alegre, muy apacible y dul- ce, pues ese era su carácter; y con tantas pruebas, nunca la he visto inmutada en lo más minimo; antes, al contra- rio, me decía con tanta gracia muchas veces: «V., Ma- dre Maestra, repréndame y enséñeme, no me deje pasar con mis quercres, pues he sido criada con todos los capri- chos y gustos que quería; nunca me contradecian». Todo esto lo decía con tan rara humildad, y otras muchas co= sas, que muchas veces me tenía que violentar para no mostrarle el afecto que sentía, pues me llevaba el cora- zÓn tras sí de un modo admirable, y lo mismo sentían todas las Religiosas; de mi parte puedo decir que me sentía tan renovada en el espíritu y recogida en la ora=

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