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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 301 DOCUMENTO DE SU MAESTRA EN EL NOVICIADO Convento de Capuchinas de Santa Ana, Plasencia. J. M. J.—¡Viva Jesús nuestro Amor! Muy Rydo. P. Juan Guernica: Al indicarme que le estriba alguna cosa acerca de las cosas de nuestra que- ridísima cubanita Sor María Ana, aunque lo hago con tantísimo gusto, pero es tanta mi rudeza que temo des- lustrar una vida tan santa y peregrina. Desde que entró en este santo convento la vi con unos deseos de hacerse una gran santaza, como ella decía: «cueste lo que cueste»; que nunca he visto ninguna novi- cia que ni por sombra se pareciera a nuestra Sor María Ana. A pesar de haberse criado con tanto regalo y deli- cadeza, pues bien lo decian sus costosos vestidos y ropas finísimas de batista, con tantos deseos y extraordinario fervor se puso en su delicadísimo cuerpo nuestro tosco sayal, que daba confusión y admiración de verla. Siem- pre quería lo más pobre y andrajoso para ella y entonces se la veía la alegría en el semblante, diciendo que aque- llo era lo más precioso y conforme a nuestra santa po- breza; en la comida y bebida siempre ha sido muy parca: todo le parecia mucho regalo, aunque no fuera más que unas patatas o un gazpacho. En la mortificación era muy industriosa, en todo en- contraba en qué mortificarse; la vi con tantos deseos y como una especie de hambre de desprecios y mortifica- ciones, que me atrevo a asegurar no tienen tanta los avaros de riquezas del mundo. No me detengo, por bre- vedad, a explicar las grandes panitencias y mortificacio- nes de esta admirable criatura, pues preguntándola y pidiéndole cuenta, como Maestra, de sus cosas, siendo

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