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O y Ñ | | I PALA LAA a 296 LA PERLA DE LA HABANA peligrosísimo parto, me preguntara angustiada ¿qué va a ser de mí? yo le dije: La Santita Capuchina que ha librado de las garras de la muerte a sus dos hijas le librará también a V. de todo peligro. Y así sucedió, pues a los pocos días se presentó en este Convento sonriente y agradecida por tan grande beneficio. Pero lo dicho es insignificante comparado con el milagro he- cho con una loca rematada de esta ciudad, a la que una sobrina suya, monja de la Preciosa Sangre, la encomen- dó con fe y devoción a nuestra PERLA, y cuando, hace po- cas semanas, se vió curada de su terrible mal y le mos- traron el retrato de Sor María Ana, exclamó alborozada: «Esta monja se me apareció en mis arrebatos de locura y ella me ha curado»; y curada sigue, en efecto, y sin palabras para manifestar a su Santita la expresión de su profunda gratitud. Nuestra revista San Antonio ya sabe V. R. que está a disposición suya para todo lo concerniente a la Santita (1) cubana, y este pobrecillo servidor también a su disposi- ción para todo lo que quiera ordenar, que es grande la admiración y el cariño que siento para con nuestra ben= dita Hermana Sor María Ana. Suyo en el divino Corazón af. hermano y paisano, Fr. Bernardo M.* Lopátegui, O. F. M. (1) No hace falta anotar que al usar esta expresión y estampar- la aquí y en otros lugares de estos apéndices no se intenta revenir el juicio de la Iglesía, sino exteriorizar un sentimiento de admi- ración por sus virtudes, hablando el lenguaje usual, no el lenguaje litúrgico y oficial, 7

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